viernes, 8 de marzo de 2013

LA BANDERA DE JAPÓN



LA BANDERA DE JAPÓN


Si tuviera que diagramar mi vida, la imagen sería cual el rastro de un caballo de ajedrez, que anduvo peregrinando libre y sin rumbo.
Adelante, atrás, a un lado y a otro, tantas veces en el tiempo que llenaría un tapiz de giros y líneas sin final.
Y si un pincel inspirado le diera color, sobre el fondo verde hierba, pintaría  impetuosos espirales de azul mar, transformándose en el espumarajo blanco de las olas desvaneciéndose en la orilla.
Las curvas bien marcadas con el rojo del vino y el ámbar del whisky.
Como un torbellino de colores y múltiples texturas,  pintaría los amores fracasados.
Una hermosa acuarela sin nombre, identificada por el desorden y la falta de prolijidad.
Como la pluma que pierde el ave en frenética picada buscando la presa que hace tiempo se escondió, mi vida desciende hacia el abismo de la soledad.

La magia del amor me embistió. Ése amor que nos deja sin hambre me ha encontrado.  Maravilloso hechizo capaz de detener el vértigo.

Entonces el artista pinta la Bandera de Japón y me define.
Sobre la tela cubierta de paz, resalta en el centro, un enorme circulo rojo que dice “Detente, ha llegado el momento de interrumpir la carrera. Ahora es tiempo de navegar en las aguas de  la felicidad rumbo al sol del oriente, hacia aquel horizonte donde se renuevan los días”.





Jorge Nocetti Ruiz



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